Los cambios son inminentes. El día y la noche, la siembra y la siega, la vida y la muerte, lo volátil y lo inerte. Hay cambios irreversibles como lo demuestra el plátano maduro que no vuelve a verde. Estos son transformacionales como la oruga que se convierte en mariposa y no reversibles cual camelón que cambia de marrón a verde y de verde a marrón.

Tomando esto en consideración el empresario de visión no nada más se anticipa al cambio sino que también lo agencia. Lo hace arriesgándose, pero con prudencia; ejercitando su inteligencia empresarial para transformar datos en información para la toma de decisiones. Ceñido de sabiduría el empresario no persigue los cambios solamente porque estén de moda. Primero procura conservar lo que ha logrado antes de arriesgarlo persiguiendo una oportunidad "caliente" capaz de calcinar la riqueza acumulada.

En otras palabras, a la hora de decidir avanzar o no avanzar es igualmente importante considerar lo que se ha logrado como lo que todavía está por lograrse. Las compañías más exitosas, de hecho, han seguido este patrón de razonamiento siendo pioneras de aquellos cambios que, a su vez, fortalecen los valores que constituyen la esencia de la empresa. Por lo que podemos decir que los cambios que se traducen en crecimiento sostenible a través del tiempo son los que se emparejan con la continuidad de un conjunto de principios y valores de carácter atemporal.

Valores como servicio, vanguardismo y honestidad trascienden la inmediatez y deben ser aplicados aun cuando ello conlleve una reducción en el margen de ganancia o hasta una pérdida pura y simple en el corto plazo. En economía, la teoría de juegos establece que si el resultado de un intercambio comercial es ganar-ganar entonces las partes involucradas en el intercambio querrán interactuar nuevamente en el futuro. Por otro lado, si el resultado del intercambio es ganar-perder entonces el cliente que asume la pérdida estará reacio a participar nuevamente en un intercambio con la empresa que usurpó toda la ganancia en primera instancia.

De manera que merece la pena que la empresa ceda ciertas ganancias a causa de honrar sus valores y principios. Procediendo de tal forma se gana perdiendo a medida que la empresa marcha a todo dar hacia un territorio ganar-ganar donde el vendedor y la comprador se compenetran en una relación perdurable, rentable y responsable.

En síntesis, los valores nunca deben estar sujetos a cambios motivados por una oportunidad que no se corresponde con la misión y visión de la organización. La empresa debe salvaguardar sus valores constantemente y a través de ellos superar tentaciones y sobrevivir adversidades persiguiendo sólo aquellas oportunidades que puedan desarrollarse eficiente y efectivamente sin comprometer la continuidad de los principios que distinguen y preservan su identidad en la sociedad.

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