El pasado jueves 4 de noviembre, en su discurso central en ocasión del sesenta aniversario de la Asociación de Comerciantes e Industriales de Santiago, el expresidente de Guatemala y ex secretario general del Sistema de Integración Centroamericana, Vinicio Cerezo, presentó una visión íntimamente alienada con convicciones nietzscheanas, materialistas y macro-evolucionistas sobre el origen y propósito de la vida. En ese orden presentó al ser humano como un ente capaz de “evolucionar” y convertirse en otra especie. Específicamente en un “dios”. Esa creencia la pronunció con tanta vehemencia y grandilocuencia que muchos miembros de la audiencia al final del discurso se pusieron sobre sus pies para expresar simpatía con lo que él decía. Yo, por mi parte, me quedé sentado, en sobremanera preocupado no solo por el carácter nocivo de la tesis que el expresidente había articulado, sino por el entusiasmo con el cual fue recibida por la élite política y empresarial congregada en El Gran Teatro del Cibao.
Ante mi preocupación algunos dirán “pero ¿qué tiene de nocivo un mensaje que comunique la capacidad que tiene el ser humano de superarse?” Bueno, el mensaje de Cerezo en particular es peligroso por sus precedentes históricos y porque presenta al ser humano como un ente que simplemente vino a ser sin la intervención de un Creador con la potestad de establecer parámetros específicos para su desenvolvimiento. Dicho eso, la raíz del peligro está en que sin Creador y sin parámetros, el ser humano tiene, básicamente, un cheque en blanco para hacer lo que sea en su gesta por evolucionar hacia una especie de “dios” que actúa cual dueño y señor cuando en verdad es un torpe pecador. Ese fue, a grandes rasgos, el argumento fundamental del filósofo alemán Friedrich Nietzsche. “Dios está muerto”, dijo. Por tanto, en la ausencia de Dios, el ser humano busca, por cualquier medio necesario, constituirse en un “dios”. ¿Y cuál ha sido el resultado histórico de la puesta en práctica de ese postulado pernicioso? Por mencionar algunos, el surgimiento de Margaret Sanger y su proyecto Planned Parenthood, la clínica abortista estadounidense que desde la legalización del aborto en la década de los 1970 ha asesinado a más de 60 millones de bebés (en República Dominicana, cabe decir, que dicha clínica opera bajo el nombre de Profamilia). Por otro lado, Adolfo Hitler, compatriota de Nietzsche, abrazó el concepto del superhombre y del “Dios está muerto” y lo llevó a la práctica haciendo de la eugenesia una política de Estado y el exterminio de más de 6 millones de judíos uno de los crímenes más ruines que la humanidad, a través de su historia, ha atestiguado.
Haciendo uso de su evidente erudición, Cerezo disfrazó el lado oscuro de su mensaje de superación. Siguiendo las reglas del libro de los paladines contemporáneos de su cosmovisión, el expresidente utilizó los temas de igualdad, justicia, confraternización y protección medioambiental para vestir las implicaciones de su tesis fundamental. Ese es el modus operandi de los adeptos del humanismo secular del siglo XXI. Por ejemplo, si a los que abrazan esa cosmovisión les preguntas si están de acuerdo con el aborto - eso es, con el asesinato de bebés no natos – es muy probable que no te digan que sí directamente. Hablarán sobre el derecho que tiene la mujer de decidir sobre su propio cuerpo y después te dirán que sí, que están de acuerdo con el derecho que tiene la mujer de elegir. Y lo dejarán ahí. No profundizarán en torno a qué tipo de elección se trata. Pues se trata, como sabemos, de la elección de matar o dejar con vida a un ser humano. En otros tiempos hablaban más francamente. Margaret Sanger y Adolfo Hitler, por ejemplo, hablaban al desnudo sobre la raza superior y como, para alcanzarla, era necesario eliminar cualquier cosa que la obstaculizara y como “Dios está muerto”, argumentaban ellos, no hay nada que nos cohíba de hacer lo propio con todo el arrojo. En el caso de Sanger, el obstáculo a ser eliminado era, precisamente, los bebés no natos. Concretamente los procreados por gente que, a su juicio, eran de una raza inferior. Para Hitler el obstáculo principal eran los descendientes de Isaac. Para la agenda progresista de la actualidad el obstáculo a ser cancelado es todo aquel que no se ajuste y celebre su programa de reingeniería social. Programa que, a su vez, está diseñado a la imagen y semejanza de una filosofía donde la megalomanía es la orden del día y el endiosamiento de la ciencia, la tendencia por excelencia, aún cuando esta carece de los recursos y la evidencia para sustentar lo que argumenta.
En ese tono fue que, de hecho, concluyó Cerezo. Diciendo que el concepto que la humanidad tiene de la muerte será distinto “porque la biotecnología está cambiando todo”. Seguido, añadió que los pueblos “ya no podrán encontrar ni en la muerte el gran igualador social que daba el consuelo y la aceptación de la vida que había tocado vivir”. “Antes”, dijo el expresidente guatemalteco, “se decía que cuando muramos todos vamos a ir al mismo hoyo”. Hoy, según lo articulado textualmente por el Sr. Cerezo, eso “¡se acabó!”. “Ahora los que tienen mayores posibilidades y capacidades pueden vivir más”, dijo. Ahí, precisamente, dejó ver de manera explícita el carácter nietzscheano de su mensaje. Al referirse “a los que tienen mayores posibilidades y capacidades” se refirió al “superhombre”; al sapiens que evolucionó a “dios”. Mas, todos sabemos, que eso es pura ficción. Sabemos que todo hombre, sin importar su apellido, patrimonio, rango militar y/o nivel académico, caerá en el hoyo cuando lo determine el Todopoderoso. Y de ahí ¿quién lo saca? ¿La biotecnología? ¡Imposible! Solo el que resucitó del hoyo después de haber estado ahí tres días puede darnos vida más allá de la muerte. Fuera de Él no hay esperanza, aunque te creas la titánica mentira de que puedes evolucionar de mero mortal a una deidad con todo el rigor de lugar.