En economía se le llama efecto de desplazamiento a la merma en la inversión privada que toma lugar como resultado de una política fiscal de carácter expansiva financiada no por el erario, sino por mercados de capitales en el ámbito doméstico y extranjero. ¿Cómo sucede esto? Seguido lo explico de manera sucinta en tres enunciados.
- Al gobierno incrementar su nivel de endeudamiento en mercados de capitales reduce la cantidad de fondos a los que inversionistas y consumidores privados pueden acceder.
- Esta reducción en la oferta de fondos causa un incremento en la tasa de interés.
- Tal reducción resulta en una disminución en el nivel de inversión y consumo del ciudadano privado.
Dicho de otra forma, el inversionista o ente privado es desplazado de los mercados de capitales por un gobierno que no le pone freno al gasto y, cuando ya no puede sangrar más al erario, se pone a tomar prestado sin considerar el futuro del electorado.
Ahora bien, lo que sí toma en consideración el gobierno en su afán de endeudamiento es tener suficientes fondos para cumplir con una nómina pública abultada y sobrecargada con honorarios exorbitantes de asesores foráneos que vienen al patrio lar, más que a aportar al bienestar nacional, a lucrarse a nivel personal. Y esto a medida que se manejan de manera irregular tanto aquí en Quisqueya como allá en su tierra brasileña y a través de Latinoamérica.
Digo esto no con el mero objeto de echarle leña al fuego. Más bien lo hago para unirme a aquellas voces valientes que claman en el desierto y desde el Congreso para ponerle freno al juego malévolo que adultera la causa duartiana de forjar una nación libre y soberana.
Los que hoy desde la sociedad civil buscamos avanzar dicha causa nos preguntamos, entre otras cosas, ¿cómo podrá ser realmente soberana una nación que aumenta la deuda soberana de manera desmesurada para sufragar los gastos corrientes de un Estado ineficiente que gobierna un país donde en pleno siglo XXI no hay corriente veinticuatro siete? La respuesta es, obviamente, “muy difícilmente.” Por eso hoy los gobernados nos sentimos indignados y le preguntamos a los gobernantes ¿y el desarrollo del pueblo? ¿para cuándo? Sin embargo, el poder no nos hace caso y todos los días, sobre suelo y bajo cielo quisqueyano, “a un banquete se sientan los tiranos” como declara aquel famoso verso martiano.
Allí, en ese banquete, los comensales se ufanan de las cifras que dicen que nuestra economía dominicana es de las de más alto rendimiento en el vecindario caribeño. Mas la verdad es que si bien lo que dicen esas cifras se corresponde con lo cierto, no es menos cierto que lo que hemos experimentado en RD es un crecimiento reversible y asimétrico debido, en cierto grado, al susodicho efecto de desplazamiento.
Tal crecimiento ha sido, en otras palabras, como la imagen que el profeta Daniel describe en La Palabra. Imagen cuya cabeza es de oro, pero cuyos pies son de hierro y de barro. Por tanto, si la dinámica económica dominicana sigue desenvolviéndose sobre ese cimiento, en cualquier momento la piedra de la verdad herirá de manera mortal los pies embarrados por la corrupción y la irresponsabilidad. Y así desmenuzará no solo los pies, sino también la cabeza de oro y todo lo demás que conforma la estructura del crecimiento inorgánico del cual se ufanan los que se sientan en el “banquete de tiranos” que describió el prócer cubano el siglo antepasado.