
A través de mi discurrir profesional he conocido a emprendedores con gran energía. A los que he tenido la oportunidad de asesorar los introduzco a las ciencias físicas para ponerlos en perspectiva. Les digo que en física esa energía que poseen es descrita como la capacidad para hacer trabajo. El trabajo, por su parte, se calcula multiplicando la fuerza aplicada por la distancia recorrida. Considerando que la fuerza es simplemente halar o empujar, la energía es aplicar fuerza, halando y/o empujando a través de una distancia determinada. Cuando la energía no está lo suficientemente enfocada cubrimos menos distancia en la dirección deseada al tiempo que malgastamos fuerzas haciendo virajes y paradas innecesarias. Todo esto resulta en menos trabajo realizado que significa menos recursos y valor agregado generado por unidad de tiempo y esfuerzo empleado en la realización del oficio de lugar.
Por lo tanto es preciso que el emprendedor focalice su energía de modo que la libere cual si fuera un rayo láser apuntando a objetivos predeterminados y no cual llama de fuego que consume y destruye mucho más de lo que crea y produce. Así es que el emprendedor se forma como líder pues es a través del proceder metódico que se acumula poder el cual es a su vez la esencia del liderazgo. Mas para gestionar poder el emprendedor debe saber en qué consiste esa dinámica. La física describe el poder como la frecuencia con la cual se realiza trabajo y lo calcula de manera muy sencilla dividiendo trabajo entre tiempo. De modo que el poder del líder empresarial aumentará en la medida que disminuya la cantidad de tiempo utilizado para completar una actividad determinada. Lograr esto conlleva no solo una mejoría en el desempeño del emprendedor como tal, sino que también implica una mayor y mejor integración de recursos humanos que asistan al emprendedor de forma directa y/o indirecta en la realización de su labor.
Así como la polea facilita el desplazamiento de un objeto de un nivel a otro, los recursos humanos y tecnológicos fungen cual máquina que crea un efecto multiplicador en la dinámica de trabajo del emprendedor. Para que tal dinámica se desarrolle de manera óptima es importante que el emprendimiento se lleve a cabo a partir de un sistema que organice y administre los mencionados recursos de acuerdo a su mejor uso. La elaboración y operación de tal sistema es tanto ciencia como arte. Fue Peter Drucker el pionero en abordar la administración de empresas con rigor académico. Steve Jobs, por su parte, ha sido uno de los mayores exponentes en crear y masificar conceptos utilizando el arte y la estética como elemento central en la elaboración y ejecución de la estrategia empresarial. Hoy día hablamos de diseño y organización industrial, gestión de talento y cultura corporativa, la nube, el internet de las cosas . . . entre otras cosas.
La capacidad del emprendedor en lo que atañe a aglutinar los recursos humanos y capitales que le darán poder a su empresa dependerá de su habilidad de articular su visión y casarla con las necesidades, capacidades y aspiraciones de sus potenciales líderes/seguidores. Dicha articulación debe hacerse tanto de manera verbal como con hechos objetivos, medibles y verificables que validen al emprendedor como líder de la innovación en su industria. Los ojos y los oídos de los líderes más talentosos y los capitales más jugosos estarán atentos a las ideas originales; ideas con voz que no sean un mero eco de lo que ya es y que a la misma vez estén acompañadas de un plan de acción para su efectiva realización y expedita rentabilización.
Una vez enamoradas las mentes y corazones de las gentes que harán de tu idea una realidad trascendente, la empresa con esa gente crece. Ahora bien, la sostenibilidad de ese crecimiento dependerá de la constancia en el ejercicio del liderazgo en la innovación. Lamentablemente muchas líderes son sedados por el éxito material y se les quita el hambre por seguir logrando lo trascendental. No sigamos ese patrón que lleva al retroceso y al estancamiento. Por el contrario, es preciso que el líder aproveche el éxito del presente para pensar y crear el futuro yendo más allá de la satisfacción de sus necesidades a nivel individual e impactando positivamente el bienestar de la sociedad en sentido general.
Dar, de hecho, es la actividad que le permite al líder emprendedor mantener altos niveles de utilidad marginal en la inversión después de haber llegado a la etapa de maduración. Esto se debe a lo que se conoce en las ciencias económicas como la ley de retornos marginales decrecientes. Dicha ley establece que los retornos devengados fruto de la utilización de recursos capitales disminuirá a medida que aumenta el uso de tales recursos en una entidad, actividad o sistema determinado. Por ejemplo, si una persona tiene US$200,000, el uso de los primeros US$100,000 le rendirá, en principio, una mayor utilidad que el uso de la segunda mitad de su capital neto.
Supongamos, como es de esperarse, que los primeros US$100,000 la persona lo utilizará para satisfacer sus necesidades más básicas como alimento, transporte, vivienda, salud y educación. Una vez cubiertas estas necesidades supongamos que la persona gaste la otro mitad de su dinero en un yate, viajes intercontinentales, ropa de lujo y restaurantes de alta clase. Es obvio que el primer conjunto de egresos en salud, educación, vivienda y transporte tiene una mayor utilidad que el segundo set de egresos en cuestiones de lujo.
Mas, si la persona hubiese decido invertir la segunda mitad de su dinero en satisfacer las necesidades básicas de otra persona en vez de consumirlo en los susodichos lujos entonces la utilidad agregada de su dinero como tal hubiese sido mucho mayor. Al decir esto no abogo por una redistribución de la riqueza pura y simple, sino en una mejor inversión de la misma. No sugiero que el dinero se transfiera sencillamente de una persona a otra sin un intercambio de valor de por medio. Lo que sugiero en términos estratégicos a la luz de este concepto es crear una jerarquía de prioridades en el gasto de modo que una vez cubiertas sus necesidades básicas la persona creé oportunidades o fuentes de empleo con sus recursos discrecionales para que otros a través de su trabajo puedan cubrir sus necesidades básicas y aspirar también a algún día poseer más que suficiente. Y ese debería ser, precisamente, el principal aliciente para crear riqueza pues el fin de la misma no es acumularla, sino multiplicarla.
En ese sentido es importante señalar que el éxito en las diferentes etapas de nuestro desarrollo debe constituirse en un peldaño para llegar a un mayor nivel y no en un destino definitivo. De hecho, sino somos circunspectos el éxito puede convertirse en una piedra de tropiezo que nos hace caer en nuestro camino hacia la obtención de aquellas cosas que el dinero no puede comprar y la muerte no se puede llevar. Tomando esto en cuenta no permitamos que lo temporal comprometa nuestro potencial de dejar una legado empresarial, social y familiar que nos sobreviva.
Por esa razón es que aquí pongo de relieve los pilares fundamentales de la planificación estratégica más allá de tácticas superfluas. Cuando se trata de tácticas el enfoque es exclusivamente en el ahora con un horizonte de tiempo en el corto plazo. La estrategia, por su parte, también considera la importancia del ahora, pero con un horizonte de tiempo que trasciende la actualidad y cuyo fin es la perennidad. Es por eso que pensando y actuando estratégicamente es que se logra emprender y liderar con calidad. Siendo la calidad la capacidad de llenar y sobrepasar las expectativas de los clientes ahora y en el futuro, el emprendedor que ejecuta una estrategia consistente que complemente las partes individuales del todo que equivale a la empresa establecerá su liderazgo sobre la base del hábito de descender de la oficina de su poder para entender lo desconocido que esconde el pecho de un pueblo hambriento de algo nuevo, mejor y más asequible que lo actual; de un emprendimiento que multiplique sus divertimientos, edifique sus pensamientos, canalice sus sentimientos, o apacigüe o mitigue por completo sus sufrimientos.
Es por eso que el éxito empresarial no es un fenómeno aleatorio, sino uno de investigación y desarrollo que crece y se establece con la ciencia, la disciplina y la filantropía con la gente y por la gente. Es uno que sabe conjugar la seguridad y la humildad en un mismo respiro actuando con firmeza sobre la certeza de lo que conoce y con sombrero en mano ante lo que desconoce. Por lo tanto procedamos en el ejercicio empresarial y en el de la vida en general aplicando el principio socrático de “conócete a ti mismo” emparejado con el de “solo sé que nada sé”. De esta forma tendremos claramente definidos nuestros potenciales y límites individuales de modo que podamos maximizar tal potencial y superar los límites conjugando los muchos poquitos que rinden los mayores beneficios. Todo esto trabajando en equipo.