de lo medible

 

Nuestra naturaleza finita nos inclina a vivir embelesados con lo medible y lo visible al punto que desconsideramos el hecho que hay muchas cosas importantes que no son medibles así como hay  factores medibles que no son necesariamente importantes como tales. Creo que Albert Einstein se refirió a este fenómeno cuando dijo que “la imaginación es más importante que el conocimiento” pues es la capacidad imaginativa del ser humano la que expande y perfecciona el conocimiento en sí. Cabe puntualizar que Einstein no dice que el conocimiento no es importante pues lo es y es, de hecho, el combustible de la imaginación. La imaginación es, si se quiere, el motor que lleva nuestra mente a mayores y mejores dimensiones del conocimiento. Por lo tanto, nuestra capacidad imaginativa no menoscaba la importancia del conocimiento y la ciencia. Por el contrario, la acentúa.

Hace siglos que el hombre soñó con volar. Primero se lo imaginó y después comenzó a investigar cómo emprender vuelo, cosa que por mucho tiempo la física consideraba imposible. La investigación empezó con la observación de aquello que ya volaba: las aves. Después se plantearon hipótesis de causa y efecto y sobre la base de estas se desarrollaron experimentos que las corroboraban o fallaban en el intento. En función de los resultados se arribaban a conclusiones o se modificaban las hipótesis para experimentar de nuevo.

Así como el hombre se imaginó lo que hoy conocemos como el avión, también se imaginó todo lo demás: el reloj, el telescopio, el teléfono, el carro, la internet, el satélite, el papel moneda, las tarjetas de crédito, la comida rápida, etcétera, etcétera. Es evidente, entonces, que el ser humano tiene un deseo, una inquietud, unos conceptos a priori. Tales lo llevan a experimentar para conocer y validar aquello que aposenta entre sus orejas, lo que considera entre ceja y ceja, lo que esconde el pecho. Aquello late con ideas que a veces parecen de remate: volar, orbitar el planeta Tierra, ir a la Luna, colonizar a Marte. Mas, la historia demuestra que lo que parece de remate muchas veces termina siendo un éxito irrefutable. En otras palabras, las ideas locas del presente pueden ser el reflejo de un futuro mejor. Son ideas que aunque descabelladas de buenas a primeras, a posteriori generan frutos a medida que el emprendedor modifica, sustituye, amplifica y masifica los conceptos en función de los descubrimientos que arrojan los experimentos de su emprendimiento.

Gabriel Celaya dijo en un verso que la poesía es un "arma cargada de futuro expansivo". Tal es el pensar y el anhelar del ser humano: armas cargadas de futuro, armas cargadas por una Causa sin causa que trasciende el concepto del espacio y del tiempo; Causa que infundió en nosotros de la vida el aliento. He ahí lo bello de la dinámica del emprendimiento . . . que a través de ella nuestras mentes se constituyen en parturientas del futuro, en co-causantes con la Causa sin causa de bellezas inefables. Así consideramos la profundidad de las riquezas de su sabiduría y de su ciencia. Y al llegar al límite kantiano de nuestro entendimiento exclamamos con reverencia como lo hizo Pablo en su carta a los Romanos “cuan insondables son tus juicios e inescrutables tus caminos” oh Dios del universo. O bien podríamos exclamar cual Einstein “quiero conocer sus pensamientos (los de Dios), el resto son meros detalles”.

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