El riesgo es un componente inextricable del emprendimiento. Lo cierto es que lo incierto cunde a la hora de iniciar, madurar y masificar un proyecto. Sin embargo, es posible, en cierto grado, manejarlo y utilizarlo a nuestro favor a medida que nos desempeñamos en nuestra labor.
Primeramente se debe poner en práctica el principio socrático de “conócete a ti mismo”. Definiendo sus capacidades y limitaciones contextualmente, el empresario puede identificar su nicho de mercado específicamente. De hecho, si hace esto sistemáticamente no nada más aumentará sus probabilidades de éxito, sino que también desarrollará una ética de trabajo que le permitirá perseguir el crecimiento empresarial sosteniblemente a través del tiempo.
Sobre la base de ese conocimiento contextual de lo que conocemos y desconocemos podemos elaborar una estrategia integral de desarrollo por etapas. Así podemos decidir qué nivel de riesgo asumir no de manera general, sino más bien de modo particular; en función de la realidad de cada una de las etapas de nuestro proyecto empresarial.
Por ejemplo, en el campo de las inversiones en mercados de capitales, la tolerancia al riesgo se evalúa de acuerdo al horizonte de tiempo. El horizonte de tiempo puede ser, simplemente, la fecha en que una persona desea retirarse de la fuerza laboral. Mientras más tiempo haya entre la fecha en que se haga tal o cual inversión y la fecha en que el inversionista piensa hacer uso de los fondos invertidos, mayor será su tolerancia al riesgo. Riesgo, en este sentido, se refiere a la potencial volatilidad del instrumento financiero que el inversionista considere obtener ya sea para acumular o preservar capital. De más está decir que mientras más riesgo se asuma, mayor será la posibilidad de retorno o pérdida sobre la inversión.
Ahora al desarrollar una estrategia integral por etapas, el inversionista puede decidir inteligentemente qué cantidad de riesgo asumir. Si se encuentra a 30 años de su fecha de retiro de la fuerza laboral entonces su enfoque debe ser acumular capital para después, a medida que se avecine su retiro, cambiar su enfoque hacia la preservación de capital.
Esto quiere decir que la capacidad de asumir riesgo es mayor en las etapas iniciales que en las etapas avanzadas en un proyecto de esta naturaleza. Lamentablemente muchos empresarios e inversionistas no se dan a la tarea de identificar objetivamente su tolerancia al riesgo y toman decisiones que erosionan su crecimiento.
El riesgo no debe ser analizado como un todo pues el mismo varía marginalmente. Las personas que tienen un año con licencia de conducir, por ejemplo, son consideradas de alto riesgo ante las empresas aseguradoras. En cambio las personas que tienen cinco años con licencia representan, en sentido general, un menor grado de riesgo y como consecuencia pagan una menor prima de seguros que las personas que tienen solamente un año con licencia de conducir.
En síntesis, el riesgo es sinónimo de oportunidad. Como tal debe ser abordado con las medidas necesarias para minimizar las amenazas que acompañan a dicha oportunidad a través de sus diferentes etapas.