Si perseguimos ideas que simplemente estén a tono con los tiempos, entonces una vez los tiempos cambien nuestras ideas se tornarán irrelevantes. En cambio, si nuestras ideas se forjan según verdades y necesidades atemporales, las mismas serán aplicables a través de las edades. Siendo eso así, nuestro punto de partida debe ser lo atemporal para después, desde allí y sin salirnos de ese radio, insertar el componente de lo actual. Si lo actual parece comprometer a lo atemporal, la mejor práctica es rechazar lo actual y preservar lo atemporal pues lo actual se vence, mas lo atemporal permanece.
En principio, todo lo atemporal es actual, pero no todo lo actual es atemporal. Por ejemplo, el precio de la comida en el día de hoy es actual. También lo es la necesidad que tiene el ser humano de comer para su hambre satisfacer. Mañana el precio de la comida puede cambiar, pero la necesidad de comer seguirá igual. Entonces una persona que incursione en el negocio de la comida motivada primordialmente por el margen de ganancia que puede obtener vendiéndola a cierto precio, quizás no tenga tanto éxito como el empresario que hace el negocio motivado principalmente por su pasión y habilidad de llenar la necesidad que siempre tendrá el ser humano de comer. Dado su enfoque, este último estará incesantemente buscando modos y maneras de mejorar la calidad de la solución que ofrece al cliente que tiene la necesidad de satisfacer el hambre que padece. En cambio, la persona que entró en el negocio de comida enfocado en la variable del margen de ganancia y no en la constante de la necesidad que tiene la sociedad de satisfacer el hambre de sus habitantes, quizás no estará lo suficientemente motivado a innovar, mantener y mejorar la calidad del bien que entrega en el mercado. De hecho, es probable que este individuo tenga la tendencia a comprometer la calidad de su producto para incrementar el margen de ganancia en el corto plazo. Esto, a pesar de que esa práctica puede comprometer la sostenibilidad de su negocio en el mediano y largo plazo. Pues, sin dudas, eventualmente, el paladar del cliente se dará cuenta de la calidad decreciente y se irá donde el proveedor que mantiene e innova la calidad al tiempo que vende el bien a precios competitivos posibilitando así que el consumo sea repetitivo.
Entonces, podríamos decir, que el que construye su proyecto sobre el fundamento de lo atemporal no se preocupa por estar a la vanguardia. Su empeño es, más bien, ser la vanguardia. Viendo la vanguardia como un estado de ser y no simplemente de estar, el individuo orienta sus esfuerzos más que a la producción como tal, al aumento significativo de su capacidad de producción e innovación. A través de la investigación de mejores formas de hacer su producto y desempeñar su servicio, el profesional enfocado en lo atemporal desarrolla ventajas competitivas que lo encumbran como referente de éxito en su industria. Esto lo logra involucrándose en procesos que le agregan valor y que, por tanto, incrementan su capacidad de agregar valor para asimismo incrementar y fortalecer los puntos de diferenciación que hacen de su producto una solución superior a la necesidad que tiene el comprador. ¿Y cuáles son esos procesos? Son los de investigación y desarrollo; los de cultivación de una relación personal, relevante y sistemática tanto con la actual como con la potencial clientela; los de buena integración con suplidores y líderes de las comunidades que, de una manera u otra, inciden en el desarrollo de las labores; son el de la educación, actualización y crecimiento personal constante. Ese que busca ganar, aunque sea con un solo segundo de margen, a medida que se enfoca en el fortalecimiento de la esencia mucho más que la creación de una buena imagen.