En un artículo sobre emprendimiento publicado hace unos meses en Listín Diario argumentamos a favor de la ejecución de un modelo de desarrollo económico que fuere de la mano de la realidad circunstancial de nuestros países. Específicamente hicimos hincapié en el diseño de las nuevas tecnologías que se construyen a partir de infraestructuras idóneas para su masificación. Considerando que muchas veces en nuestro país adoptamos tecnologías para las cuales no tenemos una infraestructura para su efectiva difusión, un amigo lector puntualizó en un comentario que en República Dominicana a veces descartamos el principio de “lo primero es lo primero.” En un mismo respiro el comentarista manifestó que “identificar eso - lo primero - sería un buen y necesario paso para marcar un norte en el modelo de desarrollo económico de RD.” Su comentario concluye con una interesantísima pregunta: ¿qué es lo primero?
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Fue Stephen Covey quien identificó “poner primero lo primero” como uno de los siete hábitos de gente altamente efectiva. Él mismo subraya de manera cuasi axiomática en uno de sus escritos que lo primero es el pensamiento. El pensamiento es la semilla, el coeficiente líder en la ecuación de la vida. Según la ley de siembra y cosecha, dicha ecuación se desarrolla de la siguiente manera: siembra un pensamiento, cosecha una acción; siembra una acción, cosecha un hábito; siembra un hábito, cosecha un carácter; siembra un carácter cosecha un destino. En la predicha secuencia se considera la interrelación determinística de cinco cosas: pensamiento, acción, hábito, carácter y destino. El número cinco significa plenitud y de ahí proviene la palabra quintaesencia. De manera que nuestro modo de pensar es el elemento primordial y más relevante en nuestro desarrollo empresarial y multidimensional en sentido general.
El emprendimiento, entonces, es cuestión de pensamientos. Con esto dicho surge una nueva pregunta: ¿en qué debemos pensar? Contesto adhiriéndome a lo establecido por el Apóstol Pablo en el libro de Filipenses cuando dice “todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.” Poniendo tales pensamientos primero en el corazón de nuestras políticas públicas y privadas nos granjearemos, más temprano que tarde, el desarrollo balanceado y sostenible a través de los tiempos.